Nota del editor: En junio y julio de 2021, cuatro estudiantes misioneras de verano sirvieron en la Fundación Toque de Vida en la ciudad andina colombiana de Bucaramanga. En este centro, los refugiados venezolanos tenían la oportunidad de ducharse, de vestirse con ropa limpia cuando estaba disponible, de tomar un pequeño desayuno, de recibir una historia bíblica y de ser escuchados. Las estudiantes también trabajaron en la difusión de la oración, el ministerio de la mujer y un ministerio de costura. Dos veces por semana, las jóvenes celebraron reuniones nocturnas en las que se invitaba a las personas dedicadas al trabajo sexual a venir a adorar, escuchar un mensaje y compartir una comida. Este fue uno de los momentos favoritos de Courtney Mobbs al servir en la Fundación. Ella cuenta la historia de Esperanza:
Cuando conocí a Esperanza, me tocaba compartir el mensaje en nuestra reunión de mujeres. Los días anteriores habían sido muy desalentadores. Pocos refugiados habían acudido a la fundación, y a mí me costaba ver mi propósito de estar allí. Sin embargo, había preparado un mensaje a partir del Salmo 22, un pasaje de emoción cruda que ha sido el consuelo de Dios para mí durante los últimos meses. Llegó la hora de nuestra reunión y no había ni un alma. Me sentía muy decepcionada. Me senté ante el Señor y le pedí con impotencia que trajera gente. Yo había hecho mi parte en la preparación y dependía completamente de Él que trajera almas a escuchar Su Palabra.
Para mi gran alegría, unos 10 minutos más tarde la gente empezó a entrar, y pronto teníamos 13 mujeres que habían venido a adorar. Dios fue muy amable al recordarme que Él es soberano sobre todas las cosas y que, sin embargo, también me da un propósito.
Cuando terminó la reunión, Esperanza se acercó a mí, se presentó y me contó lo agradecida que estaba por lo que yo estaba haciendo. Me explicó lo alentada que estaba por las palabras compartidas de las Escrituras y por nuestro ministerio a las mujeres como ella. En las semanas siguientes, Esperanza vino a casi todas nuestras reuniones. No pudimos hablar mucho tiempo después debido a las restricciones de COVID-19, pero Esperanza compartía a menudo con nosotros su inmensa alegría y gratitud.
Llegamos a nuestra última semana en Colombia. A pesar de lo mucho que habíamos disfrutado adorando juntos, había llegado el momento de decir adiós. Cuando le dije a Esperanza que nos íbamos, se le salieron las lágrimas. Compartió con nosotros lo mucho que la habían animado nuestras reuniones, cómo se había sentido amada y vista por nosotros, y cuánto nos echaría de menos. Me quedé sin palabras.
El Señor me reveló a través de Esperanza el gran impacto que tuvimos. Esperanza se fue esa noche con lágrimas en las mejillas, pero aferrándose a la verdad de que Dios iba a estar con ella todavía, a través de cada circunstancia. Tenía una confianza en Dios que le daba fuerzas para seguir adelante. El Señor me había revelado que tenía un propósito en el servicio, y que estaba haciendo un impacto, al menos en la vida de Esperanza. Y eso era suficiente.
Por favor, oren para que Esperanza ponga toda su fe en la única esperanza.